WHITE PATHS, GREEN PATHS

EL FINAL AQUÍ, 2008
Instalación en el CGAC de Santiago de Compostela
60 fotografias, 80x55cm c/u
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EL FINAL AQUÍ

Si pudiéramos visualizar nuestros sentimientos, primero aparecerían personas y después paisajes. Nacemos con señales propias que identifican nuestro cuerpo, pero ni el código genético ni las huellas dactilares nos dicen nada sobre lo que pensamos que somos. En esa identidad consciente los lugares que conocemos ,antes incluso de que tuvieran nombre, conforman una geografía personal interiorizada, que por hacerlos nuestros ,dejan de ser el exterior, el escenario de nuestra experiencia para convertirse en experiencia misma.
Entre el lugar de origen y el lugar de destino pasamos por otros mil donde ningún motivo nos impulsa a pararnos, lugares comunes donde aparentemente nunca ocurrió nada, hasta que la memoria invisible que encierran los carga de singularidad.

Un atardecer de 1962, volviendo con mi padre de Vigo a La Guardia por la carretera de Bayona, y siguiendo las indicaciones de un amigo suyo que nos acompañaba ese día, aparcamos en una curva recortada en la falda del monte al borde del mar y cruzamos la carretera hasta la otra cuneta sobre las rocas .A nuestros pies había nueve cruces en línea dibujadas sobre la tierra. No pude comprender las explicaciones que Luis, de forma sigilosa, daba a mi padre; solo supe que aunque se borraran , esas cruces volvían a aparecer una y otra vez. En el desconocimiento de mis 12 años aquello era un misterio, un gesto inocuo estigmatizado, inexplicablemente prohibido y tratado en voz baja. Luis borró con el pié las cruces y nos fuimos. Yo imaginaba a la persona que con determinación y burlando cualquier vigilancia, las volvería a dibujar , siempre en el mismo lugar : “A volta dos nove”.

El aislamiento, que en un espacio natural nos acoge y nos protege, es también el más propiciatorio para cometer un crimen. Los lugares no son testigos de nada, los lugares no nos ven, nosotros los recreamos, nos apropiamos de su tiempo perdurable , de sus cambios lentos ,de su majestuosa indiferencia hacia nuestro fugaz devenir. En nuestros paseos hay momentos que ,fundidos con el entorno , llegamos a desaparecer en un gozoso caminar hacia ninguna parte . Con un sentido paradójico “ Dar el paseo” resonó trágicamente en la Guerra Civil tras la ocupación de los sublevados . Miles de personas fueron asesinadas y muchas de ellas en lugares apartados como este.

En estas fotografías el punto de vista de la cámara está situado en el sitio donde cayeron los paseados. No es posible pretender reproducir lo último que estas personas vieron por última vez, si es que en esa trágica circunstancia se puede ver otra cosa que los propios pensamientos, pero estos son los lugares que otros eligieron para su final ; nosotros sí los vemos, y en ellos su última mirada.