EL MURO DE PLANK

EL MURO DE PLANK, 2003
Intervención en la Capilla de los Condes de Fuensaldaña
Museo Patio Herreriano, Valladolid
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El MURO DE PLANCK

El mundo de lo que se puede contar, de lo que es posible cuantificar, tiene un límite preciso. Ese punto, que es al mismo tiempo material y temporal, se encuentra en el tiempo y hacia atrás, en la parte de un segundo que se expresa con el número diez con exponente -43, es decir, con el número uno que tiene a la izquierda 42 ceros precedidos del punto decimal: 0,0000000000000000000000000000000000000000001.

El fundador de la física cuántica, Max Planck, fue el primero en señalar que la ciencia es incapaz de explicar el comportamiento de los átomos cuando la fuerza de la gravedad llega a ser extrema. Acerca de lo que podría explicar la aparición del universo, los físicos pueden remontarse hasta diez elevado a -42 segundos, pero no más allá. A esta barrera infranqueable ante cualquier investigación se lo denominó: “El muro de Planck”.

En el espacio que forman los restos de la capilla y su contenedor, la presencia de aquella es dominante. Sus fragmentos, ahora desprovistos de función, se nos presentan con la apariencia de un decorado inerte, pero formado con las mismas piedras que arroparon una certeza. En esa estructura, la cabecera, que acogió los símbolos y las miradas, fue contemplada como una ventana transparente, donde la certeza absoluta hace innecesarias las preguntas sobre el origen. En el mismo lugar, pero en el nuevo escenario, el muro de Planck es tambien otra certeza. Es el límite de las respuestas precisas; un muro aparentemente opaco pero punto de partida de un inmenso recorrido por lo aleatorio.